En la boca de dos ríos
Esta historia como todo relato de grandeza
nace desde la humildad de las comarcas
que vislumbran a todos con su belleza;
más la pujanza, de los que no se amilanan
Comenzó todo como una danza crepuscular
como cuando el sol se oculta en la montaña
Dos ríos, destinados a confluir;
uno con una fuerza sin par
y otra con aires de sultana
Viniendo desde la Esperanza, con el alba;
un gran solsticio rutilante
que ilumina las cármenes
del eterno Carrizal;
se oía constante una voz que decía:
"El empate ya no es nada,
es tiempo de Calceta, la Sin Par"
Mirando hacia la montaña,
desde el profundo Choconchá y su misterio
otra voz estridente, como el mismo cielo;
gritaba briosa que seguía siendo la sultana
mientras en Jipijapa haya café.
Dos ríos, que inevitablemente se encontraron,
confundieron sus aguas
en un pequeño manantial;
y de allí emanó otro raudal
entre arrabales lindos
y brisa sin igual
En aquel terruño, a las faldas del collado
nacía una nueva corriente, que nutría
a verdes cañaverales y animales desbocados;
su nombre era singular, ya se sabía;
era "Portoviejo", y hacia el cenit se había colocado.
Y si algún día, la nueva fuente llegara a terminarse,
será para formar parte
de la eternidad del océano
que pacíficamente nos llama, temprano o tarde;
sin que nadie pueda salvarse.
Aunque la analogía ya sea muy clara,
y en la vida real los ríos no se encuentran
los que si se hallaron fueron mis padres;
ellos son los dos grandes ríos,
que a mi corriente de vida siempre alimentan
y a mi alma la mantienen viva.
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